La economía china muestra signos de desaceleración, con menor consumo interno y presión sobre su industria. Sin embargo, las exportaciones mantienen un ritmo sólido, apuntalando al gigante asiático en medio de la incertidumbre global. El contraste revela un modelo en transición, donde el comercio exterior sigue siendo el motor que sostiene la proyección internacional de China.
Mientras el consumo interno pierde fuerza, las exportaciones mantienen viva la economía china. Un contraste que expone los desafíos de su modelo de crecimiento y su papel central en el comercio global.
La economía china se desacelera, pero sus exportaciones mantienen el motor encendido.
China, segunda economía del mundo, atraviesa un momento de contrastes. Por un lado, las cifras de crecimiento muestran una desaceleración clara: menor consumo interno, caída en la inversión privada y una industria que no logra recuperar el dinamismo de años anteriores. Por otro, sus exportaciones siguen creciendo y se consolidan como el sostén principal de la actividad.
La pérdida de fuerza en el mercado interno responde a varios factores. El impacto prolongado de la pandemia, el enfriamiento del sector inmobiliario y el alto endeudamiento de empresas y gobiernos locales marcan el pulso de la desaceleración. Además, la confianza del consumidor se mantiene frágil, lo que limita la capacidad de reacción del gasto doméstico.
La economía china se desacelera, pero sus exportaciones mantienen el motor encendido.
En paralelo, las exportaciones sorprenden. Pese a la incertidumbre global, la demanda de productos chinos —desde tecnología hasta bienes de consumo— se mantiene firme. Esto permite que el país sostenga su superávit comercial y refuerce su influencia en mercados estratégicos, especialmente en Asia, África y América Latina.
Este doble escenario plantea un dilema para Beijing. La estrategia oficial busca transitar hacia un modelo más apoyado en el consumo interno y menos dependiente del comercio exterior. Sin embargo, la realidad muestra que, al menos por ahora, las exportaciones siguen siendo la tabla de salvación.
La situación también tiene implicancias globales. Una China que crece menos afecta a la economía mundial, pero su empuje exportador garantiza un flujo constante de bienes que alimenta cadenas de valor en todo el planeta. En otras palabras, la desaceleración no significa debilidad absoluta, sino un reacomodamiento de prioridades.
El desafío está en equilibrar ambos frentes: estimular el consumo interno sin perder competitividad externa. Porque si algo queda claro es que, aún en medio de la desaceleración, China sigue siendo un actor clave del tablero económico mundial.



