El Gobierno dejó de comprar reservas en el mercado y, tras las elecciones, deberá reunir USD 7.400 millones para cumplir con el FMI. La estrategia oficial busca evitar tensiones en el dólar, pero la meta con el Fondo plantea un desafío complejo. La economía argentina se enfrenta a la difícil tarea de equilibrar compromisos externos con la necesidad de estabilidad interna.
Sin compras de reservas y con el FMI como acreedor clave, el Gobierno se prepara para un desafío mayúsculo tras las elecciones.
Juntar dólares, una carrera contra el tiempo y la política.
La dinámica cambiaria argentina vuelve a poner al dólar en el centro de la escena. En las últimas semanas, el Banco Central dejó de comprar reservas en el mercado, una señal que refleja tanto la cautela electoral como las limitaciones de una economía que no logra acumular divisas de manera sostenida.
El dato más relevante es lo que viene después de los comicios. El Gobierno deberá sumar USD 7.400 millones para cumplir con los compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional. No se trata solo de un número contable: implica la necesidad de conseguir dólares frescos en un contexto de escasez y de expectativas frágiles.
La cuenta pendiente con el FMI
El margen de maniobra es reducido. Las reservas netas muestran un nivel ajustado y la capacidad de financiamiento externo está limitada por la desconfianza de los mercados. Con este panorama, las opciones oficiales se acotan: más endeudamiento en moneda local, un mayor superávit comercial o nuevas negociaciones con el FMI para flexibilizar plazos y condiciones.
El freno en la compra de reservas también tiene un costado político. En un escenario electoral, la prioridad del equipo económico es evitar cualquier movimiento brusco que pueda presionar sobre el dólar oficial o los paralelos. Una devaluación no programada sería un golpe fuerte para la confianza y para las chances políticas del oficialismo.
Sin embargo, la pausa no resuelve el problema estructural. Tras las elecciones, la realidad será ineludible: conseguir dólares. La pregunta es de dónde saldrán y bajo qué condiciones. El Gobierno apuesta a un repunte de exportaciones y a la posibilidad de acceder a financiamiento internacional, aunque todo dependerá de la credibilidad de la próxima gestión.
En definitiva, los USD 7.400 millones que exige el FMI se transforman en un test para la política económica. No solo se trata de cumplir con un organismo internacional, sino de demostrar que la Argentina puede sostener un sendero de estabilidad cambiaria y fiscal sin caer en crisis recurrentes. El desafío no es solo financiero, sino también político y social.



