El gasto en subsidios a la energía cayó USD 2.100 millones en lo que va del año. La reducción permitió al Gobierno sostener el superávit fiscal y mejorar su posición frente a los mercados. El recorte, sin embargo, abre el debate sobre el impacto en tarifas, inflación y poder adquisitivo, en un delicado equilibrio entre disciplina fiscal y costo social.
El ahorro en subsidios energéticos se convirtió en la principal fuente de oxígeno para las cuentas públicas. Un alivio para el fisco, pero con costos que se trasladan al bolsillo de la gente.
El recorte de subsidios energéticos dio aire al superávit fiscal, pero con impacto en tarifas e inflación.
El superávit fiscal, una meta difícil de alcanzar en la economía argentina, encontró este año un aliado inesperado: la caída en los subsidios a la energía. Según datos oficiales, el gasto en este rubro se redujo en USD 2.100 millones respecto al año anterior, lo que permitió un alivio significativo en las cuentas públicas.
El ajuste energético que sostuvo el superávit
El mecanismo es simple. Menos subsidios implican menos transferencias del Estado a las empresas energéticas y, por lo tanto, un ahorro directo en dólares. Ese ajuste se refleja en un superávit que le da margen al Gobierno para mostrar disciplina fiscal, mejorar la confianza en los mercados y sostener la negociación con organismos internacionales.
Pero detrás de este número hay una realidad más compleja. La baja en los subsidios no se explica por magia, sino por un mayor traslado de los costos a los usuarios. Es decir, tarifas más altas en electricidad, gas y combustibles. En la práctica, ese ahorro fiscal se convierte en un mayor gasto para los hogares y las empresas, con impacto directo en la inflación y en el poder adquisitivo.
La apuesta oficial es que, con una inflación en retroceso y una economía más ordenada, los aumentos de tarifas sean graduales y sostenibles. Sin embargo, el riesgo es que la suba de precios energéticos erosione la capacidad de consumo y aumente las tensiones sociales.
Para los mercados, el recorte en subsidios es una señal positiva: muestra que el Gobierno está dispuesto a tomar decisiones difíciles para sostener la estabilidad fiscal. Para la gente, en cambio, la percepción es distinta: menos subsidios significan facturas más caras.
En definitiva, el ajuste energético ayudó a sostener el superávit. La incógnita es si podrá mantenerse en el tiempo sin afectar demasiado a la economía real.



